domingo, 28 de noviembre de 2010

Délits Flagrants

Raymond Depardon, 1994.

 
Algunos crímenes menores como robar una bolsa de un coche, con antecedentes claro, nos adentran en un mundo de pobreza, crimen, desesperación, y torcidos valores que se cuentan frente a una fiscal. Los fiscales trata los temas con cierta distancia, con cierta cotidianeidad.
De un lado el sistema, del otro una mujer que piensa que puede que Francia no tenga solución y que quizás su solución es suicidarse, la fiscal parece afectada. Después un hombre le reclama al fiscal que deberían respetar su libertad
¿acaso los acusados reclaman una vida digna pero de una forma incluso violenta?  Un hombre le dice al fiscal, ¿para que quiero robar si ya me dieron vales para un restaurante y esta chaqueta?. Tal vez haya un reclamo a la sociedad que margina, sin embargo el sistema siempre va a estar sobre esa persona y  va más allá de los esfuerzos del individuo por imponer su propia verdad.

La cámara es neutra, observadora, equilibrada entre uno y otro, no se inclina a ningún lado, ni hace juicios.
Depardon antes que nada muestra el espacio, el Palacio de Justicia, después de enseñarnos el espacio y el proceso comenzamos a escuchar cada caso, observando nada más, la cámara y nosotros no son mas que un falso testigo.
El falso testigo que sabe que Muriel quería robar un auto, y ante el fiscal ella lo niega, el juego de lo que se oculta ante el juez, es incluido en el filme. Muriel se sabe ya acusada y su última esperanza es crear una máscara de una figura trágica que conmueva a los jueces.
El proceso de Muriel es completo, observamos la confesión ante el gabinete psicológico y la cámara, el consejo del abogado donde tiene derecho a mentir pero no a decir cosas inverosímiles y le da una línea de confesión que ella debe seguir.

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